*Por Lorenzo Silva
Que toda novela negra encierra un asunto trágico es cosa sabida y que el lector ya da por descontada. Una muerte (y alguna le pedimos al autor para aceptarle, salvo excepciones, que nos ofrece una novela negra) no es sólo una tragedia, sino que lo es además en grado sumo.
Cada persona que desaparece es un mundo entero que se apaga. Y eso merece una solemnidad. Uno de los peores deslices que puede cometer un autor de novela negra es perderles el respeto debido a sus muertos.
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