*Por Lorenzo Silva
Meridiano de sangre, la llamó Cormac McCarthy, en esa novela que no sólo es la más poderosa de su Trilogía de la Frontera, sino probablemente la más perturbadora de su formidable producción. Volvió a retratarla en No es país para viejos, otro libro magnífico, y tal vez la mejor novela negra publicada por un autor norteamericano en el siglo XXI, a despecho de la rutinaria y sorprendentemente huera película rodada por los hermanos Coen, que decidieron abdicar de su personalidad y de su acreditada pericia cinematográfica para perpetrar un pastiche de Tarantino protagonizado por un Javier Bardem de absurdo flequillo. El disparate cosechó la recompensa del Oscar para todos, pero mutila y desactiva una novela que es justo lo que los Coen no muestran: un alegato contra el permiso para la violencia asimétrica y desmedida que otorgan las guerras modernas, y del que algunos combatientes no saben desprenderse cuando vuelven a casa.
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