*Por Brian Freeman
Nunca me ha gustado etiquetar las novelas.
En mi opinión, cada novela debería destacar por sí misma según su trama y sus personajes, porque los estilos de todos los buenos autores son siempre distintos. Puedes encontrar ecos de un autor en otro, pero cada novela (incluso las series de un mismo autor) debería triunfar o fracasar según sus propios méritos.
Aquí tenéis un ejemplo. El Chicago Tribune, en su reseña de Perseguida, asegura que mis libros deberían estar en la lista de los fans de Harlan Coben y David Baldacci. ¡No me quejo! Es un gran halago que te pongan en compañía de estos dos grandes escritores. Pero la verdad es que mi estilo no se parece mucho al suyo. Sí, mis libros tienen un ritmo rápido, con muchos giros, como sus novelas, pero yo no hago suspense urbano como Harlan o thriller políticos como David.
Por otro lado, se que es una información útil para los lectores. Si te gusta Coben, o Baldacci, o Connelly, o Cronwell, ¿te gustarán mis libros? Probablemente. Pero la experiencia de la lectura será diferente con cada autor.
Si tengo que crear una etiqueta, quiero que sea la mía. De forma que cuando los lectores me piden que etiquete mis libros, esto es lo que les digo: si tuviera que crear mi propio nido en el enorme campo de la novela de misterio, llamaría a mis novelas suspense psicológico.
El tema no es cómo se ha cometido el crimen (como en el juego del Cluedo) ni siquiera cómo se resuelve el caso (como en las novelas forenses de Patricia Cornwell o Kathy Reichs o los casos políciacos de Michael Connelly). En mi caso, la importancia estriba en el porqué se ha cometido el crimen. ¿Qué encontramos en la historia de los personajes que les impulse a cruzar esa línea terrible?
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